HISTORIA DEL SANTO PASO
El éxito conseguido por el paso del Descendimiento realizado por Gregorio Fernández en 1623 para la Cofradía Penitencial de la Vera Cruz de Valladolid fomentó que los cofrades de la Quinta Angustia y Soledad de Nuestra Señora de Medina de Rioseco se planteasen la realización de un paso procesional de similares características.
Fallecido el escultor lucense en 1636, se encargó en 1663 a Francisco Díez de Tudanca, escultor y vecino de Valladolid, por parte de Francisco Bázquez Céspedes, Antonio de Aguilar Carrera y Francisco Santos para que ejecutase para aquella Cofradía el paso del Descendimiento de la Cruz.
En el contrato, firmado el 26 de marzo de 1663, se insiste que todo el paso, cruz, figuras, calvario, tablero e insignias ha de ser «imitación del paso de El Descendimiento que tiene la cofradía de la Vera Cruz y que hizo Gregorio Hernández». De igual modo se indica que, una vez acabada la obra, los expresados cofrades se trasladarían a Valladolid y examinarían el conjunto, cotejándoles paralelamente con el de la Vera Cruz y éste debidamente armado. Por todo el trabajo, que incluía además la ejecución de cuatro sayones, dos ángeles y una urna para el paso del Sepulcro, Tudanca habría de percibir 6000 reales de vellón, pagaderos en cuatro plazos de 1500 reales cada uno. El Paso debía estar acabado para Navidad de 1663 y saldría por primera vez a las calles riosecanas en la Semana Santa de 1664.
En 1688 existen noticias de que se encarga a un carpintero riosecano un sistema de rodetes para transportar los pesados pasos, por la premura sólo se concluye el de Longinos, que sale con ese sistema, pero ante las burlas, según cuenta la leyenda, se deshacen de ellos y entra el paso al estilo tradicional. Si bien es cierto que tanto este artilugio de ruedas, como el que refiere el contrato de ejecución de nuestro Santo Paso, posiblemente se utilizara sólo para facilitar la entrada y salida de los pasos en los templos, ya que el estado en que se supone estaban las calles en aquella época haría inviable otro medio de portar los pasos que no fuera los hombros humanos.
Por los libros de cuentas de la Antigua Cofradía conocemos datos acerca de diversas intervenciones sobre el Paso en los años posteriores. Así, se conoce que en el ejercicio 1694/1695 Manuel Hordóñez «compone los brazos a la echura de San Juan», por dicha reparación habría de percibir la cantidad de 18 reales, además de 3 reales por el porte y 4 más por un tornillo nuevo. En las cuentas del periodo siguiente, 1695/1696, figura una partida por “retocar al José de Arimatea”, sin indicarse el autor de la reparación. Un año más tarde, 1697/1698, Tomás de Sierra retoca la figura de la Virgen y le coloca un ojo de cristal, sus emolumentos fueron de 34 reales.
No volveremos a encontrar referencias directas en los libros hasta el posterior siglo XVIII, durante el que destacan algunas intervenciones. En 1707, Tomás de Sierra recibe 10 reales por “componer el brazo de una efixie del paso del Descendimiento” y en 1725, su hijo, Francisco de Sierra, cobra 15 reales por repasar los dedos de las imágenes. Durante el ejercicio de 1750/1751, se anota la ejecución de un “barrón” o tornillo grande por parte de Manuel Paredes. En 1768/1769, se contrata a Tomás Riesgo y Manuel Benavente para que realicen diversas reparaciones en los dos Pasos Grandes, sus emolumentos ascenderían a 200 reales a los que habría que añadir otros 24 por retoques en la policromía de los pasos, desconociéndose las reparaciones efectuadas.
Pudiera ser por estas fechas, mediados o finales del siglo XVIII, cuando la imagen de la Virgen desaparezca del Paso. Es posible que pasara a ser una imagen de devoción particular, como ocurrió con su homónima vallisoletana, o que padeciera desperfectos que obligaran a su retirada, aunque todo son especulaciones por carecer de datos ciertos y no existir ningún tipo de documentación al respecto.
El siglo XIX, por los acontecimientos históricos ocurridos, es un periodo de oscuridad en lo referente a datos sobre nuestro Santo Paso, aunque no parece que sufriera intervenciones relevantes, habida cuenta del periodo de transición que supuso dicha etapa para la cofradía. De hecho, en el libro de actas de 1871 sólo figura la adquisición de nuevas aldabas (argollas) en 1885.
El Paso en tres momentos distintos del siglo XX |
Hasta bien entrado el siglo XX, 1930, no se acomete ninguna reparación de importancia en el Paso. Ese año encontramos en las cuentas un presupuesto para la reparación del Paso y el tablero; la parte más importante de los trabajos, valorados entre 90 y 100 pesetas, sería la pintura y adecuación del tablero y la ejecución de una greca en el mismo para que su factura fuera la misma que la del tablero del Paso de Longinos. Anteriormente, en 1925 se habían confeccionado nuevos paños, bordados por Ángela Caramanzana.
En 1964 encontramos noticias de la compra de 4 faroles para el Santo Paso, faroles que se cambian en 1968, desapareciendo todo el entramado que hasta entonces figuraban en el mismo.
En 1970 el escultor y restaurador vallisoletano Mariano Nieto Pérez, miembro del Instituto del Patrimonio Histórico Español, acomete la restauración integral del Santo Paso, restauración que supone un desembolso de 76.500 Ptas. de la época y, a principios de los 80, se le encarga la imagen de la Virgen para completar el conjunto. La nueva talla, copiada por el sistema de puntos de la Virgen de la Vera Cruz –original del paso de la cofradía vallisoletana que ejecutara Gregorio Fernández-, procesiona por primera vez en 1986.
En 1994 se realiza un nuevo tablero, por la carpintería riosecana Albert, manteniéndose las escaleras y la cruz que hiciera Manuel Moras en 1976.
En el año 1999 el Paso permaneció, durante unos meses, en la Iglesia de Santa Cruz con motivo de las obras de remodelación de la Capilla, los traslados constituyeron todo un acontecimiento en Rioseco.
A principios del año 2003, Natalia Martínez de Pisón ejecuta una nueva restauración del Paso, centrándose, sobre todo, en la imagen del Santo Cristo. Mariano Nieto retoca también en esa misma fecha la imagen de la Virgen. Ese mismo año, desde mayo a diciembre, el paso permaneció en la catedral de Segovia como representante de la Semana Santa de Medina de Rioseco en la Exposición de arte sacro “El Árbol de la Vida” de la fundación Las Edades del Hombre
También en el año 2003 se incorporaron nuevos faroles en bronce, ejecutados por los artesanos fundidores, miembros de la hermandad, hermanos Lorenzo Domínguez «Perero» y estrenados durante la Semana Santa de 2004.
CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS
El Paso está formado por siete figuras, dispuestas en una composición dinámica. En torno a Jesús en el momento de ser descendido de la Cruz se aprecia a los santos varones, José de Arimatea y Nicodemo que bajan el cuerpo sin vida de Cristo, subidos a dos escaleras que forman ángulo. Por detrás, debajo de la Cruz aparece un sayón que desclava los pies de Cristo con un martillo. Mientras, presenciando la escena, María aparece desplomada al pie de la Cruz transida de dolor y con los brazos abiertos, en anhelo de infinito amor, asistida por los presentes en el Calvario, el Discípulo amado y María Magdalena, ataviados ambos con amplias vestiduras de duros pliegues. El desdoblamiento de focos es uno de los rasgos del paso, que aporta la captación plena del espacio, alcanzando la madurez del concepto perspectivo barroco. Con una absoluta pérdida de la simetría; todas las líneas son oblicuas, y la acción reclama concluir el circuito en torno, colocarse al pie de la cruz y mirar en vertical. El espectador tiene que introducirse literalmente en el paso.
Entre la Virgen, sentada en una esquina, y el cuerpo de Cristo hay una línea diagonal, oblicua, de abajo hacia arriba. La oblicuidad aparece guiada por las figuras de María Magdalena y San Juan; cuyos brazos abiertos parecen marcar la trayectoria. El cuerpo de Cristo está en el aire, con evidente sensación de descenso. El espectador ha de buscar el ángulo desde la Virgen; e incluso acercarse a la imagen para ver la figura de Cristo, cuya cabeza constituye el foco de esa visual; pero la disposición no es piramidal, pues Nicodemo y Arimatea producen un ensanchamiento.
La visión desde la parte posterior también es interesante. Al pie de la cruz la figura armada con un martillo se mueve, en sentido de giro, dirigiendo nuestra vista hacia arriba, donde se puede percibir a Nicodemo, con un pie en el aire. El naturalismo de Gregorio Fernández llegó al punto culminante con esta disposición, logrando un difícil efecto visual que compromete la estabilidad del conjunto. En este paso se comprende a la perfección el efecto de movimiento que llega a lograr la escultura barroca.
Vídeo sobre la historia y características del Paso