Es ese preciso instante
Es ese preciso instante en el que el tiempo parece detenerse y los corazones y los pulsos acelerarse. Ese momento en el que todas las miradas convergen en un mismo punto: el codo de Nicodemo que, como cada año, acaricia el dintel de la puerta. ¡Quietos ahí, valientes! Un instante que dura eso: un instante; unos segundos que parecen una eternidad pero que, como la misma vida, pasan en un abrir y cerrar de ojos -el “in ictu oculi” barroco de nuestros antepasados-. Y, cuando uno se quiere dar cuenta, La Escalera estará ya en el Corro porque el tiempo no se detiene, el tiempo huye –“tempus fugit”, otra vez la metáfora barroca de la vida-.
Sí, el tiempo pasa inexorable y, cuando uno se quiere dar cuenta, los niños se habrán convertido en adultos, los adultos en ancianos y los ancianos… ¡Ay! Los ancianos gozarán ya eternamente de ese preciso instante. Ese preciso instante en el que el tiempo sí se detiene de forma definitiva para que una y otra vez se repita, como en un bucle atemporal, el milagro de ver La Escalera en la calle.
Fotografía propiedad de Francisco Antonio Novo Pérez “Toto” aparecida en el libro “La Música en la Semana Santa de Medina de Rioseco”