El relieve del Descendimiento de Silos
Descendimiento de la Cruz. Piedra tallada. Primer Maestro de Silos. Siglo XI. Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos)
La fundación del monasterio de Silos se remonta al siglo VII con una abadía visigótica, dedicada a San Sebastián, siempre amenazada por las reiteradas incursiones de los ejércitos musulmanes, aunque habría que esperar hasta 1041 para que el monasterio benedictino iniciara su desarrollo con la llegada al mismo de Santo Domingo, acogido por Fernando I de Castilla.
Por su iniciativa se levantaron las necesarias dependencias monacales, entre las que destaca el espacioso claustro con profusión de elementos decorativos que alargaron las obras. Así, las galerías este y norte se completaron durante la segunda mitad del siglo XI, las del oeste y sur en la primera mitad del XII y, a finales de este, el piso superior del claustro.
En la primera fase, un desconocido maestro, además de los bellos capiteles, cinceló seis extraordinarios relieves en la parte interior de los machones angulares del claustro, todos ellos alusivos al triunfo de Cristo sobre la muerte: El Descendimiento, la Visita de las mujeres al Sepulcro, los Discípulos de Emaús, la Duda de Santo Tomás, la Ascensión y Pentecostés. La serie se remata con dos relieves dedicados a la Virgen: la Anunciación y la Coronación, labrados por otro maestro, posiblemente gallego.
Entre todos ellos destaca el relieve dedicado al Descendimiento, como certificación física de la consumación del Sacrificio. Situado en el ángulo noroeste del claustro, opuesto a la esquina que ocupa el célebre ciprés, se trata de la primera representación escultórica en España de la escena.
Como es habitual en la escultura románica, en su composición prevalecen los valores simbólicos sobre el naturalismo, pues no intenta conmover, sino ilustrar y adoctrinar. Sin embargo, en este relieve se cuida cada detalle y en su escultura abundan las líneas ondulantes que le proporcionan un gran dinamismo. Las figuras muestran un tamaño jerarquizado, como herencia del arte bizantino, y mantienen un hieratismo que proporciona solemnidad a la escena. Todo un ejemplo de cómo la escultura románica, con sus imperfecciones, es capaz de transmitir el momento representado y aportar un gran número de elementos de contenido doctrinal.
Cobijada bajo un arco de medio punto y enmarcado por finas columnillas rematadas con capiteles vegetales, en la escena podemos apreciar como el Monte Calvario está representado por una serie de rocas de forma ondulada. En el centro, presidiendo todo, Cristo muerto, pero con una plácida sonrisa en su rostro que infunde confianza y tranquilidad, está siendo desclavado de la Cruz por Nicodemo y José de Aritmatea. Uno le sujeta por la cintura mientras que el otro suelta el clavo izquierdo, como es habitual en la iconografía románica sin usar escaleras.
A los pies de la Cruz, la Virgen Maria se lleva el brazo de su hijo a la cara en clara señal de dolor y San Juan contempla la escena desde la izquierda con un libro en la mano que simboliza su teología: la Santa Cruz es instrumento no ya de ignominia y tortura, sino el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios salvando a los hombres.
Es muy curiosa la imagen que aparece justo debajo de la cruz, ya que se trata de Adán en el momento de resucitar. Según la Leyenda Dorada, cuando murió Adán, fue enterrado con una semilla en la boca proveniente del jardín del Edén y que llegó a germinar. La madera de aquel árbol serviría para construir un puente cuyas tablas después serían utilizadas para elaborar la cruz de Cristo. Por este motivo bajo la cruz, de gajos o arborescente, con forma de árbol, aparece el sepulcro de Adán. Esta leyenda generaría, en el arte posterior, la colocación de un calavera a los pies de la cruz.
En la parte superior, dos ángeles portan la luna y sol en referencia al enfrentamiento de la naturaleza y a la oscuridad que se produjo en el momento de la muerte del Redentor, y tres ángeles turiferarios inciensan desde arriba, aludiendo a la divinidad del que está muerto.
Como se ha indicado, el relieve del Descendimiento del Monasterio de Silos es una de las primeras manifestaciones plásticas de este tema en España, precediendo y sirviendo como motivo de inspiración a otros muchos maestros que a finales del siglo XII reinterpretaron la receta en capiteles, como los de la iglesia del monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo (Palencia), -hoy conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid-; los grupos del Descendimiento en madera, típicos del románico catalán, realizados en talleres pirenaicos a finales del siglo XII, o incluso el célebre relieve del Descendimiento que hiciera Benedetto Antelami en 1178 para la catedral de Parma.