El paso infantil maravilla por las calles de Rioseco
Nadie duda que en la Semana Santa de Medina de Rioseco, las tradiciones se transmiten de generación en generación; que los niños, desde su más temprana edad, participan en el rito secular de forma natural, como si nacieran con una carga genética que les hace asumir las costumbres de sus mayores sin ningún esfuerzo.
Pero en la tarde de hoy las calles riosecanas han vivido la demostración palpable de que una nueva generación viene empujando, y fuerte. La segunda de las VII jornadas de Hermandad «La Escalera, hoy como ayer» ha hecho verdadera gala del súbtítulo que llevaban en este año del 350 Aniversario del Santo Paso: «Y como mañana». Porque los cofrades de mañana, hoy pequeños niños, han dado una soberbia lección de cariño por su Hermandad y por su Paso.
Al filo de las 5 de la tarde comenzaban los actos organizados con el taller de fundición a cargo de los artesanos de Bronces Perero (hermanos del Descendimiento), donde los numerosos niños asistentes han podido aprender, y algunos de manera práctica, cómo es el proceso de elaboración de argollas, medallas, horquillas y otros enseres. Todo ello animado por canciones infantiles interpretadas por banda de cornetas y tambores. Todos los niños asistentes han sido obsequiado además con unas pequeñas réplicas de la medalla de la Hermandad.
El momento más esperado llegaría una hora más tarde. Un improvisado desfile de gremios irrumpió, entre los gritos de ánimo, en el Corro de Santa María dirigiéndose hasta el Casino, donde les esperaba la réplica del Paso realizada por Jesús Cano y Juan Carlos Salán en su parte de madera y Javier Albert en las imágenes, confeccionadas en poliespan.
Allí, como si de un Viernes Santo se tratara, y sin dar lugar al mínimo atisbo de irreverencia, se siguió todo el ritual: la resina, la oración, la arenga del cadena…
Al abrirse las puertas y hacer su aparición la réplica del Paso, fidelísima, el grito de asombro se ahogó en las gargantas del mucho público presente. La salida fue perfecta y, a partir de ahí, el disfrute durante cerca de una hora de los pequeños. Posos, bailes, rodilladas… Hasta el día lluvioso dió tregua para que los niños jugaran a ser mayores por un día.
Y tras el baño de multitudes, un sabroso chocolate para dejar aún un sabor más dulce en las bocas infantiles.
Claro, que a los que lo han vivido ¡se les va a a olvidar pronto este día!
Fotografías: José Mª Pérez Peña, Luis Fernández Villa, Mario Blanco y Memorias de Rioseco