Desenclavos en los cruceiros gallegos
Los cruceiros son uno de los elementos más típicos del paisaje gallego. Cruces de piedra que santifican el lugar donde se encuentran, comúnmente atrios de iglesias, cementerios o caminos señalando el límite de parroquias o ayuntamientos. Son objetos sagrados, no sólo monumentos, que se erigían a causa devocional, rogativa o de ofrenda por personas que pretendían ganar el favor y la protección divina para su parroquia o para sí mismos. En la actualidad su simbología religiosa se está perdiendo y se colocan de forma puramente decorativa.
Constan de varias partes perfectamente diferenciadas: la basamenta, plataforma formada por varias gradas y un pedestal sobre la que se apoya la columna, varal o fuste y sobre este el capitel, que puede presentar motivos decorativos muy diversos y, como elemento fundamental, la cruz. Es en esta parte donde encontramos la representación del Descendimiento o Desenclavo de Cristo en cinco cruceiros. Cuatro en la provincia de La Coruña, todos ellos cercanos a la localidad de Noya, y un quinto, el más famoso, en la provincia de Pontevedra. Los vamos a ir viendo desplazándonos de norte a sur de Galicia.
Cruceiro de Cirolán
Al noroeste de Noya, junto al río Beba, en el concejo de Mazaricos, lugar de Suevos, parroquia de Santa María de Coiro, encontramos este cruceiro realizado en granito. Posee cruz circular, con la representación del Desenclavo: José de Arimatea y Nicodemo con un ayudante desenclavan a Cristo y lo descienden. Arrodillada a los pies se encuentra la Madre; y en el reverso San Buenaventura; el capitel es cuadrangular moldeado, con cabezas de ángeles con alas y una calavera; el fuste cuadrado con chaflanes; la base cúbica termina con mediacañas y la plataforma es cuadrangular de tres gradas.
Este cruceiro, que conserva restos de la policromía que presentaba originalmente, es obra del maestro escultor pontevedrés José Cerviño García, conocido como “Pepe da Pena” autor de otros cruceiros, como el de Hío, y en quién nos detendremos posteriormente.
Cruceiro de Vilariño
Hacia el sureste, dirección Santiago de Compostela, se encuentra la aldea de Vilariño, lugar de la parroquia de Urdilde en el concejo de Rois. Y situado junto a una fuente en una encrucijada a la entrada de la aldea que le da nombre, el cruceiro de Vilariño que también representa el desenclavo de Jesús. Fue tallado en 1888, fecha que figura en su base cúbica, con las aristas superiores achaflanadas, que se asienta sobre tres escalones; el fuste es de sección cuadrangular con las aristas matadas y las figuras de San Antonio de Padua y San Francisco; el capitel de cuatro lados cuenta en los ángulos con orlas vegetales, volutas y debajo de estas, otras imitando a conchas. La cruz es circular y todas las imágenes están muy logradas, tanto en los gestos de dolor como en los rasgos anatómicos.
Posiblemente su autor es Andrés Castaño Fernández, nacido en la pequeña aldea de Chave, en Lousame, conocido como “Santeiro de Chave”, autor también de los cruceiros de Eiroa y Berrimes, y perteneciente a una larga tradición de canteros de dicho lugar.
Cruceiro de Eiroa
Muy cerca de Noya, en Eiroa, parroquia de Santa Cristina de Barro, se levanta uno de los cruceiros más hermosos de Galicia. Arranca de una plataforma cuadrada de tres gradas escalonadas. Sobre ella va un pedestal que comienza cuadrado, con una gran escocia en el cuerpo central y rematado con una moldura de aristas biseladas. El fuste es octogonal, aunque empieza y termina siendo cuadrangular, en su parte central aparece representada la figura de San Agustín. El capitel, donde se concentra toda la decoración, es troncopiramidal; en él aparecen representados pequeños angelotes que sostienen los símbolos de la Pasión; sus esquinas se rematan con pequeñas volutas y elementos vegetales. La cruz, de forma circular imitando un tronco de madera, representa el desprendimiento de Cristo de la misma. La Virgen espera de rodillas con las manos en actitud expectante y con una daga que simboliza a la Dolorosa, en la parte posterior aparece la imagen de san Juan. Los encargados de bajar el cuerpo son José de Arimatea (con martillo) y Nicodemo que están subidos en sendas escaleras, este último trata de sacar el clavo de la mano con una herramienta conocida como “pata de cabra”. En el frente hay otro personaje en una escalera más pequeña, todo ello destaca por su gran realismo y veracidad en la representación. Al lado del cruceiro se encuentra un pequeño peto de ánimas donde los caminantes poder dejar una limosna.
Fue erigido en el año 1879 por mediación de Agustín Pérez Fernández, dueño de una de las en aquel tiempo numerosas fábricas de curtidos de Noya para colocarlo en la huerta familiar. En 1906 su hijo Rafael decide trasladar el cruceiro a su actual ubicación, en el lugar de Vilanova a unos 100 metros de su emplazamiento original, junto a una peligrosa curva de la carretera que propició en el año 2001 un accidente de tráfico que lo deterioró de forma considerable. Por fortuna se consiguió restaurarlo con lo que su figura volvió a lucir de nuevo esplendorosa.
El autor de este cruceiro está en entredicho y los estudiosos defienden posturas encontradas: unos afirman que se trata del “Santeiro de Chave”, mientras que otros otorgan la autoría a Manuel Ces Freire, natural del ayuntamiento de Lousame.
Cruceiro de Berrimes
A poca distancia, en el concejo de Lousame, lugar de As Quintans, parroquia de San Juan se encuentra este cruceiro, también llamado “Cruceiro das fontes de Quintans”. Muy vistoso por la calidad de su realización y la talla de sus figuras, que representan el desenclavo. Arranca sobre una plataforma de tres escalones cuadrangulares y el varal arranca sobre una gran base cúbica de aristas superiores achaflanadas y con molduras en todo su perímetro donde figura la inscripción del año de su ejecución: 1889. El varal, no muy esbelto, es de cuerpo octogonal excepto en el comienzo y remate. El capitel cuadrangular con astrágalo liso y ángeles portando los símbolos de la Pasión. El ábaco con que remata el capitel, que da asiento a la Cruz, tiene los lados redondeados y vértices con chaflán, va adornado con volutas de inspiración jónica y conchas. Las figuras corresponden a José de Arimatea y Nicodemo en lo alto de la cruz recogiendo el cuerpo de Cristo y María a sus pies de rodillas. Es obra documentada del “Santeiro de Chave”.
En la plaza de la iglesia de San Andrés, en Hío, municipio de Cangas de Morrazo, ya en la provincia de Pontevedra, nos encontramos ante uno de los cruceros más famosos de toda la geografía gallega, tanto por su propia belleza como por su ubicación con el fondo incomparable de la ensenada de Aldán.
Esculpido en un sólo bloque de piedra granítica, a excepción de un par de figuras añadidas, muestra una exquisita ornamentación. La iconografía es barroca y representa dramáticamente los momentos más significativos de la Humanidad, desde la Creación hasta la Redención, con un simbolismo discutido en ocasiones. Se levanta sobre una escalinata de tres banzos de base octogonal redondeada, en la que se asienta una mesa que sostiene el basamento, con cuatro hornacinas donde se representan tres pasajes bíblicos: el Pecado Original, Cristo Resucitado en el Limbo de los Justos y la Virgen del Carmen como intercesora de las almas del Purgatorio. En el hermoso fuste se representa la Promesa de la Salvación con Adán y Eva mostrando su arrepentimiento. También vemos la figura de la Purísima Concepción con dos ángeles, uno aplastando la cabeza del dragón y otro alejando al niño que el dragón quiere devorar. Finalmente en la Cruz se representa la Crucifixión y el Descendimiento de Cristo. A cada lado de la Cruz aparecen dos hombres con Magdalena, Nicodemo, Juan de Arimatea, San Juan, y la Virgen María, a los pies, con dos mujeres de las cuales nos hablan los libros sagrados.
Aunque hay quien atribuye su autoría a Ignacio Cerviño Quinteiro, parece claro que el bellísimo Cruceiro de Hío fue tallado hacia 1872 por el gran escultor, coetáneo y pariente de aquel, José Cerviño García, “Pepe da Pena”, conocido así por su lugar de nacimiento, A Pena, en el Concejo de Cotobade. Nacido en 1842, a pesar de su valía como escultor, toda su vida estuvo marcada por la pobreza, que lo llevó a desde muy joven dedicarse al mundo de la piedra, el cincel y el martillo. Empleando sus escasas horas libres y las herramientas del trabajo se propuso realizar esta obra escultórica que terminó cuando apenas contaba con treinta años. Pero no fue este cruceiro toda su obra, pues se dedicó a la restauración de capillas, iglesias, petos, panteones e imágenes que dejó diseminados por parte del territorio gallego y en otras zonas de España, como en Salamanca o en la misma capital madrileña. Murió en 1922, ciego y en la más absoluta pobreza y fue enterrado en el cementerio de Aguasantas, en el panteón que el mismo construyó, tal como lo había hecho con su propia casa.
Finalizamos este recorrido con una curiosidad. Un Descendimiento en piedra que encontramos en la localidad pontevedresa de Ponteareas, colocado en lo alto del portalón de una casa particular junto a la carretera nacional por detrás de la calle de Abajo. Atribuido también al maestro José Cerviño es muy parecido, salvando las distancias, al remate del cruceiro de Hío.